jueves, 30 de abril de 2009

3ª etapa: Oviedo - Cornellana (27/04/2009)

Al levantarnos tenemos la buena sensación de estar más descansados que otros días, y es que dormir en hotel hace bastante. Desayuno de buffet y a recoger las bicis del párquing. Montar alforjas y continuar camino. Nubes y claros, pero hace buen día. Visitar catedral y sellar. Ya vemos al Salvador en su casa. Salir de Oviedo está mal señalizado pero Juan lleva la ruta en el GPS y no supone un problema. Salimos por camino. Paisajes maravillosos. Pincho rueda trasera en un bonito lugar con una fuente: La Pipera. A Juan se le desajusta el cambio antes de Escamplero. Es más de medio día. Vamos a Trubia, un mecánico del Garaje Tino y el panadero que pasaba por allí, y es ciclista de carretera, nos lo arreglan. Enormemente agradecidos y, sin cobrarnos nada, nos despedimos de ellos y hago, desde aquí, un reconocimiento público de su predisposición y solidaridad. Nos dicen que subamos por la carretera hacia Grado, que la subida se puede hacer bien. Y tanto que bien, como que en algún momento hemos tenido que desmontar porque la pendiente exigía esfuerzos sobrehumanos y ya estamos cansados y mayores. Nada que algún mal benablo no ayude a reponer energías. Pasamos por Peñaflor, con su puente medieval y su iglesia de San Juan. Como sucede en la inmensa mayoría, esta iglesia está cerrada y se convierte en imposible la labor de sellar la credencial en ellas. Seguimos, ¡oh, sorpresa! por camino llano hasta Grado, lugar donde decidimos pasarle la manguera a las bicis. Han quedado limpitas y relucientes. Un poco de engrase y a proseguir pedaleando que nos queda un buen trozo aún. El perfil vuelve a ponerse patas arriba puesto que hay que ascender las cuestas del alto de Cabruñana y comienza a llover, pero se puede aguantar sin mojarse mucho. Se me ha roto un enganche de una alforja. Luis tiene la solución: lleva bridas desmontables con gatillo para quitarlas sin romperlas... y yo llevo diecisietemil y de todos los tamaños pero no son desmontables. En unos segundos lo solucionamos y así estaré durante todo el camino. No problem, cuando vuelva a Madrid, me pasaré por el Decathlon y la descambiaré porque guardo los tickets.
Al bajar por un camino con piedras algo resbaladizas, Luis vuelve a levantarse del suelo tras haberse quedado como un escarabajo pelotero con la tripa hacia arriba como consecuencia de otra caída tonta. Pretendemos llegar hasta Salas, aunque no sabemos si llegaremos allí con buena salud. Pasamos por Cornellana y seguimos pedaleando enmedio de la insistente lluvia y por carretera. Son alrededor de las 19h. Hacemos un alto en la entrada de una casa cubierta por un gran tejado, un portalón, y llamamos al albegue de Bodenaya el cual nos indica que hay plazas y nos esperan, pero hacen la cena a las 20:30 h y como hay más gente no podrán esperarnos a cenar pues, seguro, llegaremos muy tarde. Nueva llamada, esta vez,a la policía municipal de Salas y el guardia de turno comenta los datos necesarios como para que tomemos la decesión de volvernos al albergue de Cornellana. Nos damos la vuelta y según entramos a Cornellana, nos sale al paso un personaje que se identifica como el hospitalero (Tino): "Os he visto pasar y vengo a preguntaros si necesitáis acogida". ¡Qué casualidad! Estas cosas sólo pasan en El Camino, que es el que provee al necesitado. Cosas de los ángeles del Camino. ¿Verdad Tomatic?. Nos abre las puertas del albergue de par en par (Monasterio del Salvador, un lujazo ) para nosotros y nos deja la llave. Nos dá una gran y reposada charla de cómo funciona todo en el albergue (hasta los grifos, el azul: fría, el rojo: caliente), pues él no se queda, se va a su casa. También nos dá una charla magistral de cómo es el Camino que nos queda. Dice, el cachondo, que lo malo ya ha pasado, que Pajares es lo más duro, que lo demás es casi bajada... ¿Seguro que sabe lo que dice? Éste hombre, con la mejor de sus voluntades, está mal orientando a los peregrinos. Pero se lo agradecemos.
Preparamos la colada y la secamos. Nos duchamos. Estamos sólos. Nos aconseja cenar en el Mesón Dany. Allí encontramos el remanso de paz gastronómico del que estábamos tan necesitados.
Vuelta al albergue, a descansar, dormir y despertarme esta noche varias veces con los ronco-bufidos de Luis y los Zugasti. ¡Pero les quiero! Me levanto a las 3 y media para cruzar el patio interior y sacar la ropa de la secadora y tenderla en los radiadores pues sigue húmeda y mañana hay que ponerse algo de lo lavado. Allí me tienes, con un frío que pela, y a esas horas, tendiendo ropa en los radiadores de la cocina y de la sala contigua para que esté lista mañana... me muero de sueño. Atravieso el patio, de nuevo, y vuelvo a meterme en el saco enmedio de los bufidos de éstos. ¡Qué miedo!

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