martes, 4 de mayo de 2010

4ª etapa. En Galicia. 4-mayo-2010. Lubián-Laza

Distancia recorrida: 65,24 km.
Tiempo efectivo de pedaleo: 5h 42min. 40 seg.
V máx: 62,26 km/h.
V media: 11,42 km/h.

El día amanece soleado pero con mucho viento frío, muchísimo frío, aunque el día era soleado y empezamos por zona a resguardo del viento.
Salimos de Casa Irene y atravesamos el pueblo por sus calles, recorriendo éstas y admirando las construcciones de las viviendas, y las fuentes de granito, hasta comenzar la cuesta abajo por camino hasta alcanzar un puente sobre el río Pedro, donde al mismo peregrino se le hacen retratos junto al cartel indicador de su río.
 Pasamos por una zona recreativa con mesas y barbacoas, junto a un campo de fútbol. Todo ésto está asentado junto a enormes pilares que sostienen el viaducto de la autovía que pasa sobre nuestras cabezas. Seguimos, ahora en ascenso duro pero corto, un hectómetro más o menos, hasta el Santuario de la Tuiza. El camino lo hacemos sobre los restos de asfalto de la antigua carretera nacional hasta que, más adelante, nos desviamos a la izquierda para seguir por camino rumbo al alto de La Canda. Comienza el ascenso por un camino precioso y exigente con más “empujing” que “pedaling”. Las vistas son excepcionales a medida que ascendemos. El camino es un entramado de peñascos húmedos, resbaladizos, barro, agua, zonas secas pero muy empinadas. Cruzamos algunos arroyos que ponen a prueba la destreza del personal sobre sus monturas o desmontando de ellas para atravesar a pie. La subida se hace larga y pesada por realizarla andando en muchos tramos pero ya casi alcanzamos la cima cuando se abre la vegetación y desaparecen los árboles. Es entonces cuando el viento se deja notar y es cuando se empina aún más el camino por culpa de las obras que realizan las empresas eléctricas que están montando torretas nuevas de electricidad y arrasan por donde pasan para abrirse paso. Tenemos que subir con las bicicletas a cuestas para sortear esa zona donde el desmonte nos obliga a un último esfuerzo considerable.
Llegados, al fín, al alto de La Portilla de La Canda, observamos las dos vertientes en una panorámica inmensa. Estamos en la frontera de dos provincias y dos regiones. Adiós Castilla. Bienvenida Galicia. Atrás Zamora, delante Orense. Nos detenemos a beber de la fuente del mirador de la antigua carretera N-525.
Ahora toca bajada divertida, con y sin viento. Seguimos las flechas.
 Vemos el primer mojón con la concha y la distancia en km. a Santiago, típica señal que está repartida por todo El Camino en Galicia. Seguimos por caminos pedregosos, otros en buen estado, otros enfangados. Pasamos por Vilavella, con su iglesia cerrada. Seguimos por caminos llenos de agua y barro, con losas graníticas para avanzar sin empaparte y a la sombra de los carballos, que en algunos casos forman auténticos túneles de lo frondoso que es su vegetación. Seguimos flechas y atravesamos O Pereiro y O Cañizo.
Salimos a carretera y ascendemos al alto Do Cañizo.
Paramos en A Gudiña a comer en Rte. Óscar y descansar del continuo azote del vendaval que sufrimos a campo abierto.

Tras la comida, pasamos por las calles del pueblo y nos detenemos en una placita en la cual hay flechas que indican que se bifurcan las variantes por Verín y por Laza. Nos vamos hacia Laza por una carreterilla local en continuo ascenso. A nuestra izquierda vemos los rescoldos humeantes de vegetación que ha debido prenderse fuego y ya está casi sofocado. A lo lejos llevamos toda la mañana viendo humo, síntoma inequívoco de algún incendio en el monte. Ahora estamos contemplando a dos hidroaviones que vienen y van cargados de agua para sofocar ese incendio. Toman agua del embalse de As Portas, que se encuentra a nuestros pies. Lo podemos observar desde nuestra atalaya privilegiada en lo alto de la cuerda del monte y cuyo paisaje es espectacular.
El viento es terrrible y nos obliga a circular inclinados hacia la derecha para contrarrestar la fuerza de Eolo. Me da la impresión que a la Calambres se la va a llevar volando el viento de un momento a otro. La vegetación es de matorral y debe estar acostumbrada a este tipo de meteorología
Coronamos el Alto do Espiño y llegamos a la Venda do Espiño, seguimos hasta Venda da Teresa. Hemos parado a charlar con una señora la cual, muy agradable, nos explica el camino a seguir. Proseguimos por Venda da Capela (y su estación de tren) y Venda do Bolaño. Se trata de asentamientos que, en tiempos prestaron servicios a los viajeros que transitaban por estas inhóspitas tierras. Durante toda la ascensión se ve la vía del ferrocarril, y los túneles por los que transcurre, bajo nuestros pies. A partir de aquí, el camino es extraordinario de disfrutar puesto que seguimos situados en la parte alta de la sierra y el paisaje se contempla en todo su esplendor bajo un sol que aplaca el frío producido por el huracán que sopla nuestros “cuerpos humanos”. Ahora toca un descenso por pista y asfalto que te hiela el cuerpo al pasar por zonas de umbría. Se alcanzan velocidades rondando los 60 km/h. Es una locura, en medio del imponente escenario que nos brinda la naturaleza, la velocidad que se alcanza y cómo se disfruta. En el fondo del valle se observan los prados de verde intenso y los regates que hace el río Camba por ellos. A doscientos metros del pueblo, me siento a descansar en un banco de madera fabricado por algún lugareño con una tabla sobre dos árboles juntos, mientras espero a algún rezagado. Reunidos, de nuevo, llegamos a Campobecerros por la carretera deleitándonos con la vista del parque de árboles de ribera que hay en la entrada. Una paradita para tomar un pequeño descanso y beber agua y repostar. En la salida vemos un monumento al típico Peliqueiro Antón que es como se disfrazan por estas tierras para celebrar el Carnaval, de honda raigambre tradicional. La salida se hace en cuesta arriba ¡Cómo no!, pica un poco.
Seguimos por Portocamba y ascendemos un buen trecho hasta el lugar donde existe una gran cruz de madera. A la sombra de la misma crucificamos a PeterChampion, el cual lo acepta con resignación por el bien del grupo. Sabe que todos le admiramos y esa acción le convierte en nuestro héroe y protomártir. Tomamos una pista de monte y seguimos el camino que se vuelve a empinar algo. Lo que viene a continuación es un regalito del cielo: enorme, difrutable y larga bajada hasta Laza por pista. Llegamos a la población y allí nos espera Yolanda, como siempre, con buen humor y los deberes hechos: ha conseguido habitación en el albergue para los 8. Yoli, eres un encanto. Vamos a protección civil para registrarnos en el albergue y sellar. El albergue está en la parte alta del pueblo y hasta allí nos dirigimos. Además, la buena noticia es que el albergue no cierra por la noche, tenemos llave de la entrada y de la habitación. Llegamos, es un edificio moderno de nueva construcción y funcional. Y ahora viene lo de cada día, acoplarse en la habitación, elegir litera, dejar los bártulos donde no obstaculicen el paso ni molesten a nadie y depositar su contenido en algún sitio para asearte y cambiarte de ropa. Todo se amontona en la cama y los demás hacen lo mismo, de tal manera que me siento tan agobiado como todos los días en ese instante. Las chaquetas se cuelgan de unas perchitas en la pared y enseguida se saturan de ropa. Cada vez soporto menos esta angustia, necesito espacio vital para moverme y no hay más sitio físico en la habitación. Me estoy replanteando en el futuro los lugares para descansar en los finales de etapas y los albergues los descarto. No estoy en edad. Me he vuelto cómodo. He visto que, aunque ha cambiado a mejor con los años la oferta para descanso peregrinal, no es precisamente ésto lo que me pide el cuerpo. Aseo y duchazo de agua caliente reconfortante, lavado de ropa, tenderla, ponerte la vestimenta de paseo y nos vamos a cenar. Llegamos a la plaza del pueblo y entramos en el bar a tomarnos unos botellines y preguntamos al dueño si dan cenas. Nos remite a la señora, que está en el piso superior. En esa especie de buhardilla tienen la cocina y unas mesas que ocupamos de inmediato mientras vemos a la buena señora cómo prepara la cena y atiende a los demás clientes. Sabe lo que se hace, en un momento ha preparado unas ensaladas, unos caldos gallegos, una carne asada con patatas, filetes... manjares que deleitamos regándolos con el vino de la tierra. La señora cocina muy bien y es agradable de trato. De hecho no se enfada con las bravuconadas que suelta PeterChampion con elegancia. Terminamos todo y nos vamos al albergue, que va haciendo sueño. Ahora comienza el “Tercer tiempo”: algunos empiezan a caer de inmediato en brazos de Morfeo y el concierto de berrea da comienzo al instante. Creo que me estoy durmiendo yo también. Estamos cansados. Hoy hemos pasado mucho frío.

Sellamos la credencial del peregrino, en A Gudiña y Laza.