Distancia recorrida: 59,79 km.
Tiempo efectivo de pedaleo: 4h 43min. 10 seg.
V máx: 49,78 km/h.
V media: 12,66 km/h.
El día amanece soleado y sin viento aparente. Se recogen los trastos y, como todos los días hacemos, se guardan en la “fragoneta de la Yoli”. Bajamos con las bicis a la plaza a desayunar. Zumos, tostadas, magdalenas, cafés con leches, lo habitual. Todo sirve para reponer fuerzas. Nos despedimos de esta buena gente y sellamos la credencial. Cuando salimos a la calle a por las bicicletas, me comenta la señora que si alguien le va a pagar los desayunos. Le paso el testigo al contable del grupo, el cual, sorprendido por el desgraciado olvido, se presta a satisfacer la factura a la mujer. Salimos del pueblo por carretera, por el valle del río
Támega, con un paisaje de ribera muy agradable y con buena temperatura. Pasamos por
Soutelo Verde. Como desde Protección Civil nos han aconsejado que subamos
La Albeguería por carretera y no por camino, así lo hacemos. La subida por carretera es larga y en zig-zag, llega un momento en que piensas que a cada curva que llegas va a ser la última, se te va haciendo interminable. El paisaje es abrumador, con vistas increíbles a todo el valle. Se pueden ver pueblitos a la falda de la cuerda de montes que hay al otro lado del valle, a nuestra derecha . Por fín alcanzamos el alto a 910 m. y nos aproximamos hasta la localidad de
Alberguería, hemos recorrido 8,5 km desde el anterior pueblo. El esfuerzo ha sido grande, me he pegado una sudada curiosa. Me goteaba hasta el final de la espalda... Entramos en un bar que es un mito del camino:
El rincón del peregrino. Su dueño, Luis, ha decorado todas las paredes y el techo con las conchas de los peregrinos que han ido parando en su local. Hablamos un ratito con él y nos ofrece una concha y un rotulador para inmortalizarla con nuestros nombres. Cada uno ponemos el nuestro y El Rey de todos los Belgas tiene el detalle, que le honra, de inscribir a los ausentes: Marian y Juan Zugasti, así como a Yolanda, que aunque nos acompaña de otro modo, también se lo merece. Queda clavada a la izquierda del pasillo que conduce a la puerta de entrada. Nuestro amigo Juan, que es argentino de nacimiento, hace referencias evidentes al otro significado que por sus tierras les dan a las conchas. Carcajadas generales. Me tomo un vaso de leche caliente y miel de la zona (Me ofrece un tarro con una miel tan sólida que, sin estar fría, no se podía arrancar sin dificultad con la cuchara. Costaba trabajo, pero la degusté con placer ya que estaba exquisita. Aunque no tuviera la textura, el color dorado ni el aroma de las mieles alcarreñas, tan prestigiosas ellas.) para soportar el frío del viento que sopla hoy, también, a pesar del soleado día que nos hace. Coincidimos con un peregrino que anda el camino acompañado de un precioso ejemplar de perro pastor alemán, con una planta imponente (El perro, por supuesto...). Nos despedimos y proseguimos callejeando y salimos del pueblo donde nos encontramos caminos llenos de barro, encenagados y, con tanta agua que debemos pasarlos sobre grandes piedras de granito dispuestas A TAL FINNNNN. Llegamos a un alto donde, a la derecha del camino, una gran cruz de madera preside el entorno, debajo de ella, un peregrino de cierta edad come una pieza de fruta y nos responde al saludo que le hacemos. Delante de nosotros se extiende una llanura extensa, la comarca de
La Limia.
Nos encontramos con un descenso de fuerte pendiente por camino de terreno pedregoso en el que, con técnica y desenfado, nos dejamos llevar hasta que, al final de la bajada, una curva a derechas y de 90 grados obliga a un brusco frenado y derrape para sortear el muro de piedra que se encuentra al frente. Proseguimos por unos camino llenos de barro, y mucha agua, que obligan a pasarlos por los bordes donde se encuentran piedras de granito que cumplen su función perfectamente para pasar sobre ellos sin encharcarte. Llegamos a
Vilar de Barrio, donde se decide comprar unos víveres fiambreros en una tienda para comer algo rápido. Nos asentamos en un jardín del parque situado en la plaza del pueblo, que es un cruce de carreteras. Unos perros se han acercado por si les cae algo de comer por la jeta. Tras terminar reemprendemos el viaje excepto PeterChampion, que ha vuelto a pinchar. Solucionamos la avería y proseguimos nuestro camino por donde dicen las flechas. Hace sol pero el viento es frío, y como reza el dicho “Después de comer, el españolito fino siente frío”, pues eso, a dar pedales para que se pase el sopor y el fresquito en el cuerpo. Ha sobrado un paquete de pan tostado, que será compañero inseparable de Pani durante el resto del viaje (Algunos se echan unos amigos mçs raros...). Seguimos por carretera y pasamos por
Bóveda y
Vilar de Gomareite, desde donde nos desviamos por una extensa llanura de huerta y cañaverales. (Esta zona era la
laguna de Antela, (Ver este otro
enlace) que a finales de la década de los 50 fue desecada para cultivar y aprovechar sus fértiles tierras) Las pistas son rectas y largas, hacemos varios kilómetros enseguida y evitamos pasar por alguna población que, a estas horas, no nos va aportar nada de interés sino hacer mas distancia de ruta. De hecho, tras realizar una parada técnica para “desbeber”, mientras esperamos al grueso del pelotón, hemos preguntado a una mujer de nuestra edad que se acercaba con su escooter y se la veía con ganas, no sé si de entablar conversación o interés por ver el origen del chorro de mi amigo Pani... (ha habido cachondeito después de que se fuera la buena mujer) y nos ha comentado que si entramos al pueblo damos rodeo, que es mejor seguir por carretera. Pasamos por
Bobadela, Padroso, Cimadevila, Quintela, por donde hemos ido por caminos enfangados, subidas y bajadas por corredoiras en los que los árboles hacen un espectacular túnel por el que pasamos en su interior. Llegados a
Xunquiera de Ambía, nos detenemos a descansar y deleitarnos con la iglesia que vemos desde una escalinata frente a la misma. Como son las 16h, está cerrada y no la podemos visitar, pero sí se puede tomar un café en un bar de una calle cercana. Tras sellar, salimos de la localidad junto a un campo de fútbol de tierra, lo cual llama la atención por lo que de contraproducente supone ver el verdor del terreno que lo circunda. En bajada, y siguiendo las flechas marcadas, llegamos a un bonito puente romano, que salva un río en una zona arbolada muy relajante. Seguimos por carretera hacia
Outorelo, A Pousa, Salgueiros, Gaspar, A Beirada, Ousende, Pereiras, Calvos (Aquí han aprovechado algunos componentes del grupo para retratarse en la placa que indica dicho nombre haciendo referencia a ciertas alopecias...) Ha quedado una tarde estupenda de sol y buen tiempo a pesar del viento que sigue acompañándonos. Estamos llegando a una zona de polígono industrial donde encontramos mucho tráfico y debemos circular con los cinco sentidos puestos para que no lamentemos ningún incidente. Antes de entrar en
Orense paramos en una gasolinera para lavar las bicicletas pues se han puesto de barro que dá asco verlas. Callejeamos hasta llegar al albergue, que se halla en la parte alta de la ciudad y en un bonito edificio religioso muy antiguo, junto al cementerio. Tras sellar y hablar con el hospitalero, muy amable, por cierto, hemos, algunos, tomado la decisión de buscar otro alojamiento con la mejor intención de poder tener lugar libre de horarios nocturnos, que nos permitieran llegar a dormir a la hora que nos marcara una reposada y relajada cena con sus copichuelas de rigor. Tras un intercambio de pareceres contrapuestos hemos encontrado un hotelito céntrico donde quedarnos. Hemos ido a por la furgoneta para trasladar los bultos al hotel y nos hemos vuelto locos dando vueltas con el vehículo para localizar la entrada al casco antiguo. Por fin lo conseguimos y, con los ánimos un poco caldeados, nos llevamos las pertenencias a cada habitación. Después devolvemos la furgo a un lugar donde aparcarla en condiciones adecuadas.
Tras una ducha reparadora y aseo posterior, salimos a recorrer y visitar la ciudad. Preguntando se va a Roma. Y a cenar, en un lugar recomendado por algún lugareño. Distendida cena, que hay hambre. Nos ibamos a acostar cuando ha surgido la posibilidad de tomar la copa de rigor. Para colmo, encontramos un local A TAL FINNNN. En un pub, están los músicos enchufando sus instrumentos para iniciar el concierto, con lo que decidimos que ése va a ser el local adecuado. En efecto, hemos acertado pues suenan muy bien las versiones que interpretan y animan un montón (Dekins). Después de presentarnos como peregrinos y departir y hablar con algunos de ellos y con el cuñao del guitarrista y con la novia y con la hermana y con los camareros y con el del sombrero y con todo el mundo, al final hemos disfrutado de una velada magnífica... hasta las 2 y media de la madrugada...
Nos despedimos de ellos hasta más ver y nos vamos a la piltra a descansar. Y, pelillos a la mar.
Sellamos la credencial del peregrino, en Alberguería, Xunqueira de Ambía y Orense.