domingo, 2 de mayo de 2010

2ª etapa. El Tera. 2-mayo-2010. Tábara-Rionegro del Puente

Distancia recorrida: 47,75 km.
V máx: 48,87 km/h.
V media: 13,78 km/h.

El día amanece encapotado, amenazante de lluvia, incluso caen tímidas gotas pero se quedará, finalmente, un soleado día.
Las flechas nos marcan la salida del pueblo y van marcando nuestros pasos en las encrucijadas de los caminos.
En una pista de guijarros, en medio de unas grandes y planas fincas donde pastan ovejas y su guardianes nos ladran, y casi se nos tiran encima a nuestro paso, pincha Pedro. Es una de las múltiples “pinchadas” que El Santo le otorgará en el transcurso del camino durante los próximos días.
Proseguimos a tenor del compás que marcan las flechas y realizamos unos tramos de subidas y bajadas muy divertidos por un territorio poblado de chaparros (y setas, que van saliendo en esta época, hasta en el mismo camino). Atravesamos Villanueva de las Peras, donde no se vé un alma por las calles. Sus construcciones son de adobe y la iglesia domina la zona más alta del pueblo. Creo que hay misa y no es plan el interrumpir el oficio al párroco para que nos selle la Credencial. No pasaremos por Bercianos de Valverde por hacer caso a las flechas y no a las guías que llevamos. Los intereses locales son así y prefieren que pasemos por ese pueblo y no por el otro.

En un desmedido afán de servir al peregrino se disputan el sentido de las flechas o se cuestionan que si el monolito indicador debería, o no, estar señalando un camino y no el otro...
Salimos por carreterilla en cuesta arriba y divisamos las bodegas a la salida del pueblo, que están realizadas en cuevas. Es curioso y está muy extendida esta costumbre por esta zona de Castilla.
Llegamos a Sta. Croya de Tera (En el albergue privado Casa Anita, de Sta. Croya de Tera no nos quisieron sellar porque dice que sólo lo hacen con los peregrinos alojados, con el pretexto de que como sus padres han trabajado tanto durante tantos años y no reciben ayudas ni subvenciones estatales, no quieren perder el tiempo con atender gratis a otras personas ajenas a su negocio. Mala justificación para una absurda conducta.)
Tienen, en este pueblo, un bonito parque con campo de fútbol de hierba natural que es una delicia. Lo recorremos hasta que salimos del pueblo, atravesamos por un puente el Tera y ascendemos hasta el siguiente pueblo, Sta. Marta de Tera, que está en la otra orilla. Nos topamos con una de las maravillas de este camino: la iglesia románica más antigua de Zamora.


Entre otras curiosidades tiene una estatua de Santiago peregrino que es un símbolo de esta Ruta. La visita a la iglesia nos guía y muestra una amable señora que nos deleita con su sapiencia y nos cobra 3 lereles a cada hijo de vecino.
Seguimos bordeando río Tera abajo por caminos llanos y cómodos en bosque de ribera hasta Calzadilla del Tera. Pedro habla con un “nativo” en bicicleta mientras le realiza una entrevista con el móvil grabando uno de los 18.000 vídeos que hará en estos días.
Seguimos, junto a un canal de riego, hasta Olleros del Tera. Comemos en Bar La Trucha. La señora Paca nos cuenta cómo trabajaron durante décadas en el negocio ofreciendo comidas con truchas que pescaba su marido en las frías y furtivas noches del estraperlo, ahora lo regentan su hija y nieta. Nos aconseja que vayamos a Mombuey, al hostal la Ruta.


También nos orientan el camino a seguir y nos comentan cómo lo han ido arreglando exigiendo a los políticos locales y regionales ayudas para sufragar los gastos que ocasiona el mantenimiento de un templo muy visitado y querido en la comarca. Salimos del pueblo hacia el Santuario de Nª Sª de Agavanzal con una fina llovizna sobre nuestra cabezas. El camino bordea el Tera, que baja con fuerza y coraje, como los habitantes de estos territorios según lo atestiguan las losas explicativas que encontramos en cada localidad y que una asociación se ha encargado de glosar en cada una. Un ascenso por pista pedregosa y con arroyeras profundas, junto a jaraleras y matorrales densos nos lleva hacia el embalse de Agavanzal. Aquí el Tera se detiene en un inmenso remanso con un paisaje muy digno de ser el lugar adecuado para realizar un acto simbólico del camino. Un amigo me dio una piedra para que la dejara en el lugar que estimara conveniente. Tras lanzarla a las profundidades del lago, se puso a llover, al igual que, en es instante, hicieran mis ojos.Bordeando el embalse por su margen derecha, comenzamos una leve ascensión a Villar de Farfón, donde leí que hay una iglesia con escalinata exterior para subir a su campanario, desde donde se observa una buena panorámica de los alrededores.
El camino se interna en el monte donde el agua y el barro están casados y se hace complicado el avance. Entre los chaparros y los matorrales Lucía tienen un problema mecánico, que tras un rato, los avezados mecánicos solucionan sin más. Hay montones de leña cortada recientemente por todos lados, un trabajo ímprobo pero gratificante cuando arrimas los tarugos a la lumbre en días fríos. El camino es precioso y la bajada es muy entretenida, al final se circula por prados de verde y fresca hierba.
Intentamos contactar con el hostal que nos recomendó la Sra. Paca pero nos dicen que está completo. Inconvenientes que nos acechan por el horizonte y que debemos resolver en breve ya que el albergue de Mombuey no es recomendable según nuestras referencias. Problemas de alojamiento nos obligan a quedarnos en el Albergue de Rionegro del Puente, que tiene muy buena pinta y está muy nuevo. Yolanda llegó con tiempo y se encargó de indicarnos que estaba allí para esperarnos. Al llegar y verlo tomamos posesión de literas, lo cual nos costó cierto trabajo puesto que algunos “peregrinos” se habían apropiado de alguna más para dejar sus enseres, haciéndonos creer que estaban ocupadas por otras personas. El personal tiene más jeta que un caballo con flemones...
Pasamos la tarde en el Bar Palacio, frente al albergue, donde nos trataron muy bien y nos ayudaron a conseguir alojamiento. Nos llegaron a ofrecer unas habitaciones que ellos tienen en una casa contigua. Cenamos allí y vimos el fútbol, repasamos notas, mapas, guías. Y nos fuimos a dormir. O, mejor dicho, intentarlo, porque lo que parecían “personas humanas” por la noche se transforman en jabalís, búfalos y aberronchos de diferentes localidades germánicas, galas e, incluso, hispánicas. Y es que los ronquidos parecían bufidos de alimañas apostadas en sus marañas montesas. Ni haciéndoles la ranita, ni arrastrando la silla ni golpeando la linterna contra la misma, ni hablándoles, lográbamos acallar el griterío ensordecedor. Y lo peor es que a las tres de la mañana tú no duermes ni descansas pero ellos sí.

Sellamos la credencial del peregrino en Tábara, Sta. Marta de Tera y Rionegro del Puente.

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